jueves, 28 de noviembre de 2013

Penalización del maltrato a los animales

El maltrato no solo significa violencia física contra la mascota, también implica otros aspectos

En Middletown, Ohio, un perro estuvo encadenado a un árbol durante cuatro años. Toby, un pastor alemán, tuvo que arreglárselas con escasa agua y comida hasta su rescate. Infecciones, problemas cardiacos, caída de sus dientes y extrema deshidratación fueron las consecuencias de este acto reprochable que casi ocasiona la muerte a esta mascota.

Este caso podría resultar lejano geográficamente, pero es muy cercano a lo que cientos de animales indefensos sufren en mayor o menor medida en nuestros países. Basta navegar por la Internet para toparse con historias que causan terror. 

El maltrato no solo significa violencia física contra la mascota, también implica otros aspectos como la alimentación y calidad de vida que les damos.

En Quito está vigente la Ordenanza 48, que regula la tenencia de las mascotas. Entre 2011 y lo que va de este año, la Municipalidad ha rescatado a 472 animales domésticos por considerar que están en situación de maltrato. 

Solo en este año se han abierto casi 200 expedientes por la misma causa. En esa ciudad, personeros de la Fundación Protección Animal Ecuador (PAE), reciben hasta 300 denuncias relacionadas con maltrato a mascotas.

Actualmente la Asamblea Nacional analiza incluir en el Código Penal el maltrato a los animales como una contravención: quienes no alimenten a su mascota o la abandonen, podrían pagar una pena de uno a siete días de prisión y una multa de 50 a 100 salarios básicos unificados. 

¿Es suficiente la sanción y el alcance de la norma?, ¿de qué manera se sancionará a quienes torturen y maten animales?

Ahora bien, analicemos cómo está regulado el tema en algunos países. España: entre tres meses y 1 año de cárcel; Argentina: prisión de 15 días a 1 año; Colombia: hasta arresto por seis meses y multas de hasta 500 mil pesos; y, Nicaragua: hasta 3 000 días de prisión.

Creo que la penalización es indispensable y urgente, pero no la única solución. El asunto pasa también por un tema cultural y de educación, sobre todo para quienes tienen o quieren tener una mascota y las responsabilidades que esto debe acarrear. Es decir, no por querer tener un animal en casa, estamos en el derecho de encadenarlo, alimentarlo mal o someterlo a tratos crueles. 

El Estado, en todos sus niveles, debe auxiliar  a las instituciones que hoy trabajan por estos temas y promover en la ciudadanía prácticas responsables como la adopción, el buen trato a las mascotas en los hogares, esterilización de animales callejeros y controlar eficientemente las prohibiciones vigentes respecto a la venta de animales en las esquinas de nuestras ciudades.

Los animalitos no tienen la capacidad de salir a las calles a protestar o acudir a la Legislatura para presionar a nuestros asambleístas, pero nos tienen a todos nosotros que podemos ser su voz. Ellos, a pesar de nuestra indolencia, siguen siendo nuestros mejores amigos y a los amigos no se les puede dar la espalda. 

Dejemos de guardar silencio cómplice y actuemos. Dejar a un lado la indiferencia, puede marcar la diferencia.

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